Iu Miralles Fontanet Cuando uno vuelve de un viaje, trae una percepción consigo, que comparte con los que le rodean. En lo que contamos y enseñamos de nuestros viajes, sentamos un precedente en nuestro oyente, que forma una imagen en su cabeza de ese sitio en el que hemos estado, y lo que en él hemos visto. Si mostramos a las gentes que allí viven como parte del turismo, de lo exótico, de lo impersonal, generamos concretamente la impersonalización de sus habitantes. La famosa influencer Dulceida ha sido la protagonista de una enorme polémica hace unas semanas, a raíz de las fotos que subió a su cuenta de Instagram, donde tiene más de dos millones de seguidores. Dulceida ha estado de viaje por África, gracias a una empresa de viajes para estudiantes, en países con grandes necesidades de ayuda humanitaria. El primer error que cometió fue en Sudáfrica, y por el que la gente la empezó a criticar tremendamente por sus redes. Subió una fotografía donde se la veía a ella en una gran bañera llena de agua, cosa que rápidamente llamó la atención, ya que ella se mostró completamente ajena al problema ecológico que se vive en uno de los principales países donde el agua es uno de los recursos más preciados. La foto en cuestión ya ha sido borrada de su perfil, pero eso no borra el hecho, ni lo que transmite. El segundo error fue subir una historia en su cuenta de instagram donde aparecían tres niños apoyados en una pared, haciendo el signo de la victoria, con las gafas que ella les había regalado. Es esencial entender porque esto está mal. Primero, estás violando la privacidad de los menores, cometiendo un delito, ya que para esas fotos no cuentas con el permiso de sus padres. En esta foto se toma a los niños como parte de un turismo que debe ser retratado y expuesto, en vez de nutrirse de ellos y dejarlo todo para el recuerdo, y eso es un problema. Es una grave falta de respeto aprovecharse de su imagen para crecer en tus redes sociales y promocionar tus gafas, tiene un nombre, y es comercialización. También es una gran muestra de racismo el tomarse fotos con niños en países africanos, como si formaran parte del paisaje, cuando es evidente que esto no sería así en ningún país europeo, donde la privacidad de los menores es sagrada. Sabiendo la escasez de productos de primera necesidad que sufren tantas personas en países africanos, uno podría pensar que dar unas gafas a tres niños que ni siquiera sufren albinismo (estos si que las necesitan para vivir), no es la mejor idea. Aportaciones como comida, ropa, agua o medicamentos serían mucho más útiles y marcarian realmente la diferencia. Pero esto no se reduce a Dulceida o a mi, evidentemente, hay múltiples casos de mercantilización y violación de la privacidad de menores que provienen directamente de ONG`s o particulares que hacen voluntariado, como es el caso de un médico, colaborador en una organización de ayuda en Guinea Bissau, que publicó esta fotografía en sus redes. En ella agradece las donaciones que han permitido llevar la ayuda hasta esos niños, cayendo en el uso de su imágen sin respetar su privacidad, con fines publicitarios. El caso en cuestión se amplía en el artículo, muy recomendable, de Desirée Bela-Lobedde: “No te saltes la privacidad de los menores con tus fotos”. Pero si algo nos aporta la polémica que ha generado Dulceida, es la oportunidad de aprender de los errores, de escuchar y intentar comprender porqué esta mal lo que ha hecho. Por ejemplo, desde el gobierno de Noruega presentaron, el pasado mes de noviembre, diferentes campañas de concienciación en contra de perpetuar la idea de la persona blanca salvadora. Una de estas campañas consistía en un decálogo de preguntas básicas que deben hacerse antes de publicar una foto de tu estancia en algún país empobrecido. Las preguntas son las siguientes:
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